Tenía 17 años recién cumplidos.

Estaba terminando el colegio y por comenzar la Universidad. ¿Qué iba a estudiar? ¡Comunicaciones sociales! Sin duda alguna. Lo supe desde que tengo memoria.

¿Por qué?

No sé bien. Por lo pronto mi abuelo era periodista y eso siempre me había intrigado. Por otro lado, me gustaba mucho escribir. Cuando era chica y escribía cuentos para la tarea de Lengua en el colegio sentía que volaba. Me sentía una pequeña Isabel Allende que era capaz de inventar mundos fantásticos y vivirlos a través de las palabras.

De grande leí esos cuentos y no eran tan buenos, por supuesto.

Pero me gustaba escribir. Encontraba en las palabras escritas el medio más natural para comunicarme.

Y por eso decidí desde tan chica que iba a ser periodista gráfica.

Pero, como todo en la vida, afortunadamente nada es tal cual lo imaginamos y me encontré estudiando una carrera fantástica que me llevó por caminos muy alejados del periodismo gráfico.

Descubrí que comunicarse es mucho más que escribir un artículo, dar una noticia o simplemente expresar una idea.

Comunicarse es intercambiar ideas, sentidos y construir en conjunto. Es compartir. Es ida y vuelta. No hay comunicación sin vínculos. Y nos comunicamos todo el tiempo, queramos o no, consciente o inconscientemente, con lo que decimos y con lo que omitimos.

Lo que hacemos comunica. Lo que usamos, los lugares a los que vamos, lo que publicamos, con quienes nos relacionamos.

Escuchar también es comunicarse.

Y como seres humanos necesitamos conectarnos con otros y somos mejores con otros que solos.
Aprender todo esto me llevó a notar que muchas prácticas a las que estamos acostumbrados son negativas y afectan profundamente nuestros vínculos y nuestras posibilidades de construir con otros.

Estamos acostumbrados a las siguientes prácticas:

  • Cuando queremos vender un producto o servicio, pensamos y usamos estrategias y técnicas de marketing para persuadir a los clientes y convencerlos de comprarnos.
  • Cuando queremos agradar a alguien, intentamos moldear nuestra forma de ser para parecernos más a esa persona, formamos hábitos de consumo, formas de hablar y vestir para “caerle bien” o pertenecer a cierto grupo.
  • Cuando queremos transmitir una idea que nos parece importante tratamos de expresarla e imponerla, y si no nos escuchan o no logramos “convencerlos” de esa idea, nos enojamos y pensamos que “no nos entienden”.
  • Cuando nos vinculamos con nuestra familia o amigos, no siempre estamos atentos o escuchamos activamente.
  • Cuando usamos nuestras redes sociales, publicamos fotografías, videos y frases pensando en cómo queremos que nos vean, y mostrándonos de determinada manera a veces forzada.

Y así muchísimos ejemplos más de cómo encaramos el comunicarnos en el día a día.

Este mes queremos trabajar algunos temas que van a ayudarte a mejorar la manera en la que te estás vinculando con otros, y además te van a permitir incorporar la habilidad de comunicarte con claridad para poder alcanzar a las personas a las que tu producto o servicio sirve y que se convertirán en tus clientes 🙂

Así, vamos a:

  1. Trabajar tu Marca Personal.
  2. Definir en profundidad tu Cliente Ideal.
  3. Pensar en abundancia y elaborar una fórmula simple de diálogo para comunicar lo que haces con claridad.